Quiero compartir con vosotros mi nuevo proyecto
profesional. Se llama Voiceovers
Factory, una empresa dedicada a la gestión de proyectos donde se
precise una locución profesional.
En nuestra factoría tenemos voces de todos los sabores y
colores y de todos los rincones del planeta para cualquier trabajo que necesite
de una o varias voces profesionales. Durante los últimos años, el equipo
de Voiceovers
Factoryha producido proyectos internacionales en
multitud de idiomas; los más exigentes han sido, sin duda, los realizados para
la Comisión Europea: producción de vídeos en los 24 idiomas oficiales de la Unión Europea.
Junto con dos fantásticos compañeros, Miguel Martín y
Sacha Criado, con los que llevo trabajando más de 5 años comienzo esta aventura
con toda la ilusión que es posible y dispuesto a seguir disfrutando de mi
pasión.
“Tortilla Francesa 25” es nuestro vídeo de presentación
en español e inglés. ¡¡¡Millones de gracias a todos los que habéis colaborado
con nosotros para producirlo!!!
(Revisión del artículo "Los diminutivos" publicado el 14 de abril de 2012) Todo lo que voy a escribir aquí es subjetivo, y no intento
molestar ni ofender a nadie, pero me veo en la obligación moral de hacerlo como
locutor y oyente. Sé que no hay ley alguna que prohíba el uso de los
diminutivos en los medios de comunicación como no la hay que obligue a usarlos
constantemente. Par mí el uso excesivo del diminutivo es directamente
proporcional al nivel de ridículo que hace el que los utiliza (lo siento).
Pero pongamos un ejemplo para verlo más claro. Un/a locutor/a se
dirige a su audiencia:
“Buenos días, ¡Qué mañana más soleada tenemos! ¿Qué tal gente? Luce
un sol radiante y el termómetro de nuestra ventana marca los veinte grados.
Para comenzar la jornada que os parece si escuchamos un canción de una chica
francesa que nos cuenta cosas interesantes sobre la vida de las tortugas en
cautiverio. Marta Marceau y su tema: “Mi tortuga Lulú”…
Es una forma más o menos tópica y que se podría escuchar,
cualquier mañana, en infinidad de emisoras.
Pero la cruda realidad es otra (póngase tono de terror para leer
este párrafo). En muchísimas emisoras el ejemplo anterior, se escucharía así:
“Buenos diítas, ¡Qué mañanita más soleadita tenemos! ¿Qué tal
gentecita? Luce un solecito radiante y el termómetrito de nuestra ventanita
marca los veinte graditos. Para comenzar la jornadita que os parece si
escuchamos un cancioncita de una chiquita francesa que nos cuenta cositas
interesantes sobre la vida de las tortuguitas en cautiverio. Martita Marceau y
su temita: ”Mi tortuguita Lulú”. ¡Ay, perdón!: “Mi tortuga Lulú”.
Ya sé que esto es como predicar en el desierto y que no cambiará
mientras no haya manifestaciones por las calles con pancartas del tipo: “Abajo
la reforma laboral y abajo los diminutivos en los medios” o “Cárcel para el que
diga dos diminutivos seguidos”, “Los diminutivos no nos representan”, " No
a la caza del elefante ni al exceso de diminutivos en la radio", etc…
Para buscar conclusiones a tan complicado asunto, analicemos el
caso en profundidad. Esta es la definición de diminutivo:
Los diminutivos son afijos derivativos que modifican el
significado de una palabra, generalmente un sustantivo,para dar unmatiz de tamaño pequeño o de poca importancia,o bien comoexpresión de cariño o afecto.
En ocasiones pueden tener un sentido despectivo, según el contexto.
Si como comunicador mediático vamos a hablar sobre un tema
importante, no podemos decir (me guío por la definición anterior)que vamos a hablar sobre un temita importante, porque le estamos “dando un matiz de pequeño o de poca importancia”,entramos en una contradicción y
no creo que ese sea nuestro propósito. Vale, sirve para expresar cariño o
afecto pero los besos y los abrazos también son manifestaciones de cariño y no
estamos dando 20 besos y abrazos por minuto, salvo que hayamos intimado mucho y
no creo que sea el caso con varios miles de oyentes (¿Te imaginas… eh…, bueno,
dejémoslo).
Por otro lado, se supone que nuestra audiencia es heterogénea y
nos podemos encontrar gente que nos conoce y gente que no, gente joven o un
señor de 70 años y claro, a lo mejor no produce el mismo efecto un diminutivo
en un adolescente que en un señor entrado en años. Recuerda que ambos son igual
de importantes.
Pero mi reflexión va más allá ¿El uso excesivo de los diminutivos
mejora nuestra comunicación? ¿Hay algún estudio científico que lo acredite?
¿Ganamos más audiencia usándolos?¿Hay avalanchas de peticiones de los oyentes
que los demanden? ¿Nuestra vida carecería de sentido sin ellos?
Cuando leo que Paquirrín se ha vuelto “youtuber” o escucho a
Raphael haciendo versiones en inglés, me hago la misma pregunta ¿Por qué? ¿Qué
necesidad había?
Yo, a mi hija, le digo a veces “Cielito” y lo voy a seguir
haciendo, pero no estoy todo el día “Cielito, tomate la cenita, ponte el
pijamita, lávate los dientecitos y métete en la camita que te voy a contar un
cuentecito”. De hacerlo, a lo mejor la volvía tontita. Los logopedas recomiendan a los padres no decir palabras
en diminutivo como “regalito”, “neverita”, “zapatito” porque un niño con
problemas de lenguaje tiene dificultad para decodificar y al escuchar estas
palabras será mucho más difícil pronunciarlas.
En mi opinión el uso excesivo de diminutivos en el micrófono es
una moda que algún día pasará (o eso espero) y como tantos otros defectos de
los locutores nace de imitar a otros compañeros. Habrá alguien que al leer esto
dirá “pero es que yo en mi comunicación cotidiana los uso mucho”. Vale, pero su
uso excesivo no es correcto. Lee de nuevo la definición y analiza tu forma de
comunicar. Recuerda que el comunicador profesional debe exigirse hablar con
corrección. De acuerdo que yo defiendo la naturalidad pero si en el lenguaje
cotidiano cometemos errores, hemos de corregirlos si queremos dedicarnos a
esto.
Si tengo que elegir uno de los peores enemigos que tiene la evolución
profesional del locutor, sin duda me quedo con la influencia
del entorno. Y me voy a referir sólo al mundo de la locución o al de los
profesionales que hablan ante un público porque es el campo que conozco, aunque
podría ampliarlo a otras profesiones artísticas: cantantes, actores, etc.
A quién no le gusta que tras terminar un trabajo le regalen un “¡Qué bien
lo haces!” un “¡Qué bueno eres!” o un “¡Te ha salido genial!”…
Querido/a amigo/a, aterriza. Si todos esos “bienes, buenos o geniales”
fuesen ciertos, te saldrían los trabajos y el dinero por las orejas y me temo
que no es tu caso… ni el mío.
Tanta adulación es comparable a los comentarios que leemos en las redes
sociales cuando un amigo/a reconocidamente feo/a cuelga una foto de su último
viaje en el que aparece con su pareja igualmente poco agraciada. Debajo de la
foto se suceden un montón de ¡¡Guapossss!! ¡¡Qué bien estáis!! Guapíiiiisiiimoss!!
¡Da gusto veros! ¡Qué dos bellezas! ¡Parecéis modelos de revista!... La
pregunta es: ¿Alguien de verdad escribe lo que siente?
O cuando una amiga cambia la foto de su perfil por una en la
que, a todas luces, sale de un horroroso que da repelús verla y los comentarios
son del tipo: ¡Qué guapa estás! ¡Esta foto me gusta más que la anterior! ¡Cómo
has mejorado! ¡Estás monísima!... si supieras lo que piensa la mayoría cuando
escribes esas cosas…
(Pincha sobre la foto para ampliarla y leer los comentarios)
Durante más de una década dirigí un estudio de grabación dedicado
principalmente a las grabaciones musicales. Fueron muchas las ocasiones en que
chicos/as jóvenes, animado/as por el boom de Operación Triunfo o similares,
venían al estudio para grabar una maqueta con la intención de enviarlas al
programa o para mandarla a un productor que les había prometido la gloria.
Solían venir acompañados de “público entregado” (madres, padres, novias, novios,
hermanos, cuñados, vecinos, etc.) Este “entorno” les motivaba hablándoles de
fama, de qué peinado les iban a hacer o qué ropa se iban a poner para
el cásting, de lo lejos que iba a llegar, de lo mucho mejor que eran que Bisbal
o Chenoa, etc.
Ahora que ha pasado el tiempo, y esperando que ninguno se dé por aludido,
puedo decir abiertamente que, casi todos,… cantaban como avutardas en celo.
Mientras grabábamos una toma, los acompañantes no paraban de repetir “¡Qué
buena voz tiene!, ¡qué bien canta!, ¡qué bien se mueve!, ¡Qué guapo/a es!”…
Después de grabar una toma “penosa” y soportar los “¡bravo!, ¡qué bien! o
¡inmejorable!” de su gente, intentábamos de todas las formas y maneras, a veces
con delicadeza y otras directamente, que se dieran cuenta de las numerosas
ocasiones en que habían desafinado… Imposible: el 99 % no detectaba ningún
desafine respaldados por sus incondicionales padres, parejas o hermanos que
además creían que les intentábamos engañar. En alguna ocasión nos llegaron a
amenazar por si traficábamos con la grabación… ¿? Cómo me recuerda a aquella
época este video:
Mucha gente cuelga cosas en las redes sociales esperando al comentario adulador, el piropo, el halago. Parece como si necesitáramos alimento para engordar nuestro ego.
Y no me parece mal siempre y cuando el impacto que te produzca no pase de ahí. Si después de publicar una grabación tuya o de ponérsela a tu novia/o, o a tus padres, sólo recibes halagos…
…déjalo pasar, cuenta hasta diez, piensa en otra cosa o si no, escucha la grabación y busca los errores que seguro que los habrá. Pero por encima de todo, NO TE LO CREAS.
La crítica más acertada que te pueden hacer sobre un trabajo tuyo no la vas a encontrar en ninguna red social. El consejo experto sobre cómo mejorar, o el análisis real de cómo lo haces ante el micro no va a venir de tu novia/o, o de tus padres o de tus amigos. Primero porque en la mayoría de los casos no tienen criterio suficiente para juzgarte (no es su obligación) y segundo porque les es imposible ser ecuánimes. ¡Ojo! Hay contadas excepciones y en ese caso son las mejores opiniones que te pueden llegar.
¿Qué podemos hacer?
Lo ideal sería tener total confianza con un compañero/a de profesión a quien poder hablar con franqueza y honestidad exigiéndole que el/la lo haga contigo. Una persona con la que no exista rivalidad, sólo (y es muchísimo) apoyo y colaboración mutua. Una persona que conociendo tu profesión te diga cuándo lo haces bien o mal, en qué has fallado o en qué has estado brillante. Así tendrías la visión profesional de tu trabajo y saldríais beneficiados los dos. Creceréis juntos.
Si además encuentras cerca de ti a alguien que pueda darte la opinión justa desde el lado del oyente/espectador, sería el complemento ideal. Una persona de tu entorno más cercano (familiar o amiga) pero que conozcas lo suficiente como para saber que no te va a adular y que será capaz de valorar si lo que haces está bien o mal y que tendrá el valor de decírtelo.
Es muy importante saber de quien proceden las opiniones para tenerlas en cuenta o no.
Pero por encima de todas, está la tuya propia. La mejor ayuda a tu trabajo es la autocrítica bien entendida. Tú debes de ser la primera persona que valore tu trabajo. No puedes dar por terminado una grabación mientras no te convenza primero a ti. Tienes que escucharte como si fueses otra persona, analizando la entonación, el ritmo, la velocidad, las pausas, el montaje si lo hay, etc. Y si tienes dudas, recurre sólo a alguien en quien confíes y sepas que te va a decir la verdad.
Desgraciadamente (para ellos/as) en esta profesión hay muchas personas creen hacerlo bien cuando la realidad es bien distinta. En la mayoría de los casos, la culpa es del entorno.
Me gusta mi profesión. Soy locutor y he mencionado en muchas
ocasiones que la profesión de locutor es vocacional. Al menos yo no la entiendo
de otra forma. Pero por el tipo de trabajo que desempeño en la actualidad, el
de locutor online, echo de menos aspectos que tengo que cubrir cuando me queda
tiempo libre. Por eso en cuanto puedo le doy rienda suelta a la creatividad y
me lanzo sin red a ver qué sale. Y a veces… surgen cosas que me gustan y suelo
compartir y a veces… otras que son auténticos bodrios que, como tengo un cierto
pudor, destruyo sin miramientos. Este verano “he profundizado” en el
maravilloso mundo de la teletienda y he trabajado sobre un milagroso producto
para arreglar la voz de la gente que está insatisfecha con la suya. El
Converter Wonderful Voices Premium. Y la verdad es que me he divertido.
La semana pasada se celebró en
el colegio de mi hija la “semana de la cultura”. Dentro del completo programa
de actos su profe me pidió que, al igual que otros padres, participase con
alguna actividad relacionada con mi profesión. Tras barajar varias opciones, decidimos
proponer a los chicos una actividad que quiero compartir con vosotros porque
creo que puede ser un interesante ejercicio de creatividad. La idea en síntesis
es crear un micro relato con el objetivo final de convertirlo en un audio
relato.
Vaya por delante que ni soy
escritor, ni experto literario, ni nada que se le parezca. En la práctica del
colegio de mi hija la parte de redacción era responsabilidad del profesor y la mía
se ceñía a lo que conozco, el montaje de sonido y la locución, que para algo es
a lo que me dedico desde hace muchos años. Repito que el objetivo era crear una
pieza sonora a partir de un microrrelato que para los chicos debía de ser
original pues esto implicaba una práctica de redacción supervisada por su
maestro. Pero para el ejercido que os propongo aquí es perfectamente
válido un microrrelato escrito por otra persona aunque considero que el
resultado final es más gratificante si el texto está creado por uno mismo.
En fin, os invito a disfrutar
con la elaboración de un formato sonoro que me parece muy interesante y en
ningún caso voy enseñar cómo se crea un microrrelato.
Esta práctica se divide en tres partes
bien diferenciadas:
. Creación o
elección del microrrelato
. Localización
o creación de efectos y grabación de las voces
. Montaje
Creación o elección del microrrelato
Para explicarle a la clase de mi hija
cómo llevar a cabo la práctica, decidí hacerlo sobre un ejemplo que es el que
voy a compartir aquí:
En primer lugar hay que inventar una
pequeña historia cuña lectura no supere el minuto de duración. Es importante
tener en cuenta al escribirla, o al elegir una que ya esté escrita, que el
objetivo final es convertirla en sonido y por lo tanto debe de incluir unos
elementos que faciliten ese propósito: personajes, sonidos determinados,
música, etc.
Inicialmente escribo la historia sin
detallar personajes ni otros elementos sonoros aunque ya los tengo en la
cabeza. Este es el microrrelato que a mí se me ocurrió:
Lucía era una niña de 10 años a la que
le encantaba escribir historias. Lo mismo imaginaba un comienzo en una fría
noche de tormenta, con rayos y truenos,… que en una expedición en lo más
profundo de la selva perseguida por un tigre… o en un aeropuerto a punto de
coger un vuelo con destino a Paris. Pero siempre que empezaba a escribir… su
madre le llamaba para cenar… y sus historias desaparecían.
En segundo lugar reviso el texto y hago
una “adaptación teatral” dando vida a los personajes y modificando levemente el
texto original. Así ya tengo creado “el guion literario”:
Guion literario
Narrador: Lucía era una niña de 10 años a la que le encantaba escribir historias…
Lucía: Era una fría noche de tormenta, con rayos y truenos No mejor… “Me encontraba de expedición en lo más profundo la selva
cuando escuché a pocos metros el rugido de un tigre…” Uhm no, A ver así… “Ella se encontraba en el aeropuerto a punto de
coger su vuelo con destino a Paris cuando por la megafonía
anunciaron…” Madre: Lucía a cenar
Lucía: Jo Mamá. Así no hay quien invente una buena historia.
Por último y antes de proceder a
la grabación de las voces crearé el guion técnico-literario en el que incluiré
los textos de los personajes y el resto de elementos sonoros que intervienen en
la historia (efectos de sonido y música). En esta ocasión he elegido el formato
europeo que consiste en diferenciar en columnas el apartado técnico y el
literario. En la columna de la izquierda escribiré cronológicamente los
diferentes elementos que intervienen en el audio relato y cómo lo hacen
(volumen, intensidad, duración, etc.) y en la columna de la izquierda los
textos de los personajes coincidiendo cada uno con el efecto o música que le
corresponde.
Localización o creación de efectos y
grabación de las voces
¡Ya tengo el guion! Ahora ya
puedo empezar a crear mi audiorrelato. Tengo que buscar los efectos de sonido
que necesito. Los puedo localizar en una librería de efectos o si no dispongo
de alguno, agudizo el ingenio e intento crearlo yo mismo. En muchas ocasiones
el sonido que produce un objeto doméstico se asemeja mucho a algunos de los
difíciles sonidos que necesitamos crear.
Para este ejemplo, necesito
efectos de tormenta con rayos y truenos, efecto de selva y rugido de tigre,
ambiente de una terminal de aeropuerto y un efecto de disco rayado.
Voy a tener suerte porque los
localizo rápidamente en la librería de efectos que tengo en el estudio. También
he decidido que suene una música al principio para dar comienzo al
microrrelato. He escuchado unas cuantas y ya he seleccionado una canción.
Y por fin, llega el momento de grabar
las voces. Si has creado o elegido un microrrelato con varios personajes,
tendrás que pedir la colaboración de alguna persona o atreverte a “desdoblarte”
y leer tú todos los textos con diferentes voces. En esta ocasión para el
ejemplo que nos ocupa he contado con mi hija a la que agradezco muchísimo que
participara pese a su notable resfriado y por supuesto a su madre que
interpreta una frase muy similar a la que utiliza todos los días a la hora de
la cena (no le faltaba entrenamiento).
Montaje
Llegamos a la última parte de
esta práctica. Se supone que ya hemos grabado todas las voces, hemos localizado
y, si es necesario, grabado todos los efectos y tenemos preparada la música.
En este punto conviene dejar
claro algo importante: Hoy en día el locutor profesional necesita saber
utilizar un software multipistas o, dicho de otra manera, necesita saber hacer
montajes de audio con diferentes elementos. Hay muchos Programas en el mercado
y todos tienen seguidores y detractores (Adobe Audition, ProTools, Cubase,
Sonar, etc.). Si aún no los utilizas elige el que más te guste, o el que más te
aconsejen, y aprende a manejarlo.
El locutor profesional debe de ser versátil
ante el micrófono pero también en la parte técnica. Si queremos dar un servicio
completo y de calidad hemos de dominar todo el proceso de una grabación. Por
eso, doy por hecho que sabes manejar un programa de edición, pero que también
sabes un programa multipistas y deseo que tú con tu creatividad hagas un
fantástico montaje. Para mí el montaje es un arte donde interviene la
creatividad, la sensibilidad y por supuesto la experiencia y los conocimientos
técnicos. Un buen montaje depende de pequeños detalles, de la mezcla de
volúmenes, del comienzo o el final de determinados elementos sonoros. En ocasiones
el resultado óptimo depende de mover un milímetro uno de los sonidos o de subir
o bajar un decibelio alguna pista.
Espero que la propuesta os sirva para practicar.
Éste es el que yo utilicé para la
práctica en el cole de mi hija: