Hola a todos/as. Como habréis observado, y no hay que ser un lince para ello, tengo muy olvidado el blog y hace años que no escribo nada. Mi trabajo como locutor online y como CEO de la empresa Voiceovers Factory no me dejan el tiempo suficiente para cuidar el blog y tampoco para dedicarme a la docencia. Por ese motivo escribo estas líneas, para informaros de que en la actualidad no estoy impartiendo ningún curso. Son muchas las personas que me escriben interesadas, y es algo que agradezco profundamente, pero me temo que de momento no va a ser posible retomar los cursos. Mantengo la publicación del blog por si lo publicado hasta la fecha os puede ayudar en vuestra formación y deseo de corazón que entre la amplia oferta formativa que hay en la red encontréis la que se adapte a lo que buscáis.
jueves, 13 de mayo de 2021
martes, 6 de febrero de 2018
VOICEOVERS FACTORY
Quiero compartir con vosotros mi nuevo proyecto
profesional. Se llama Voiceovers
Factory, una empresa dedicada a la gestión de proyectos donde se
precise una locución profesional.
En nuestra factoría tenemos voces de todos los sabores y
colores y de todos los rincones del planeta para cualquier trabajo que necesite
de una o varias voces profesionales. Durante los últimos años, el equipo
de Voiceovers
Factory ha producido proyectos internacionales en
multitud de idiomas; los más exigentes han sido, sin duda, los realizados para
la Comisión Europea: producción de vídeos en los 24 idiomas oficiales de la Unión Europea.
Junto con dos fantásticos compañeros, Miguel Martín y
Sacha Criado, con los que llevo trabajando más de 5 años comienzo esta aventura
con toda la ilusión que es posible y dispuesto a seguir disfrutando de mi
pasión.
“Tortilla Francesa 25” es nuestro vídeo de presentación
en español e inglés. ¡¡¡Millones de gracias a todos los que habéis colaborado
con nosotros para producirlo!!!
jueves, 10 de marzo de 2016
¿Usas muchos diminutivos en el micrófono?
(Revisión del artículo "Los diminutivos" publicado el 14 de abril de 2012)
Todo lo que voy a escribir aquí es subjetivo, y no intento molestar ni ofender a nadie, pero me veo en la obligación moral de hacerlo como locutor y oyente. Sé que no hay ley alguna que prohíba el uso de los diminutivos en los medios de comunicación como no la hay que obligue a usarlos constantemente. Par mí el uso excesivo del diminutivo es directamente proporcional al nivel de ridículo que hace el que los utiliza (lo siento).
Todo lo que voy a escribir aquí es subjetivo, y no intento molestar ni ofender a nadie, pero me veo en la obligación moral de hacerlo como locutor y oyente. Sé que no hay ley alguna que prohíba el uso de los diminutivos en los medios de comunicación como no la hay que obligue a usarlos constantemente. Par mí el uso excesivo del diminutivo es directamente proporcional al nivel de ridículo que hace el que los utiliza (lo siento).
Pero pongamos un ejemplo para verlo más claro. Un/a locutor/a se
dirige a su audiencia:
“Buenos días, ¡Qué mañana más soleada tenemos! ¿Qué tal gente? Luce
un sol radiante y el termómetro de nuestra ventana marca los veinte grados.
Para comenzar la jornada que os parece si escuchamos un canción de una chica
francesa que nos cuenta cosas interesantes sobre la vida de las tortugas en
cautiverio. Marta Marceau y su tema: “Mi tortuga Lulú”…
Es una forma más o menos tópica y que se podría escuchar,
cualquier mañana, en infinidad de emisoras.
Pero la cruda realidad es otra (póngase tono de terror para leer
este párrafo). En muchísimas emisoras el ejemplo anterior, se escucharía así:
“Buenos diítas, ¡Qué mañanita más soleadita tenemos! ¿Qué tal
gentecita? Luce un solecito radiante y el termómetrito de nuestra ventanita
marca los veinte graditos. Para comenzar la jornadita que os parece si
escuchamos un cancioncita de una chiquita francesa que nos cuenta cositas
interesantes sobre la vida de las tortuguitas en cautiverio. Martita Marceau y
su temita: ”Mi tortuguita Lulú”. ¡Ay, perdón!: “Mi tortuga Lulú”.
Ya sé que esto es como predicar en el desierto y que no cambiará
mientras no haya manifestaciones por las calles con pancartas del tipo: “Abajo
la reforma laboral y abajo los diminutivos en los medios” o “Cárcel para el que
diga dos diminutivos seguidos”, “Los diminutivos no nos representan”, " No
a la caza del elefante ni al exceso de diminutivos en la radio", etc…
Para buscar conclusiones a tan complicado asunto, analicemos el
caso en profundidad. Esta es la definición de diminutivo:
Los diminutivos son afijos derivativos que modifican el
significado de una palabra, generalmente un sustantivo, para dar un matiz de tamaño pequeño o de poca importancia, o bien como expresión de cariño o afecto.
En ocasiones pueden tener un sentido despectivo, según el contexto.
Si como comunicador mediático vamos a hablar sobre un tema
importante, no podemos decir (me guío por la definición anterior) que vamos a hablar sobre un temita importante, porque le estamos “dando un matiz de pequeño o de poca importancia”, entramos en una contradicción y
no creo que ese sea nuestro propósito. Vale, sirve para expresar cariño o
afecto pero los besos y los abrazos también son manifestaciones de cariño y no
estamos dando 20 besos y abrazos por minuto, salvo que hayamos intimado mucho y
no creo que sea el caso con varios miles de oyentes (¿Te imaginas… eh…, bueno,
dejémoslo).
Por otro lado, se supone que nuestra audiencia es heterogénea y
nos podemos encontrar gente que nos conoce y gente que no, gente joven o un
señor de 70 años y claro, a lo mejor no produce el mismo efecto un diminutivo
en un adolescente que en un señor entrado en años. Recuerda que ambos son igual
de importantes.
Pero mi reflexión va más allá ¿El uso excesivo de los diminutivos
mejora nuestra comunicación? ¿Hay algún estudio científico que lo acredite?
¿Ganamos más audiencia usándolos?¿Hay avalanchas de peticiones de los oyentes
que los demanden? ¿Nuestra vida carecería de sentido sin ellos?
Cuando leo que Paquirrín se ha vuelto “youtuber” o escucho a
Raphael haciendo versiones en inglés, me hago la misma pregunta ¿Por qué? ¿Qué
necesidad había?
Yo, a mi hija, le digo a veces “Cielito” y lo voy a seguir
haciendo, pero no estoy todo el día “Cielito, tomate la cenita, ponte el
pijamita, lávate los dientecitos y métete en la camita que te voy a contar un
cuentecito”. De hacerlo, a lo mejor la volvía tontita. Los logopedas recomiendan a los padres no decir palabras
en diminutivo como “regalito”, “neverita”, “zapatito” porque un niño con
problemas de lenguaje tiene dificultad para decodificar y al escuchar estas
palabras será mucho más difícil pronunciarlas.
En mi opinión el uso excesivo de diminutivos en el micrófono es
una moda que algún día pasará (o eso espero) y como tantos otros defectos de
los locutores nace de imitar a otros compañeros. Habrá alguien que al leer esto
dirá “pero es que yo en mi comunicación cotidiana los uso mucho”. Vale, pero su
uso excesivo no es correcto. Lee de nuevo la definición y analiza tu forma de
comunicar. Recuerda que el comunicador profesional debe exigirse hablar con
corrección. De acuerdo que yo defiendo la naturalidad pero si en el lenguaje
cotidiano cometemos errores, hemos de corregirlos si queremos dedicarnos a
esto.
Adiosito
jueves, 22 de octubre de 2015
LA INFLUENCIA DEL ENTORNO (revisión del artículo publicado el 22 de octubre de 2012)
Si tengo que elegir uno de los peores enemigos que tiene la evolución
profesional del locutor, sin duda me quedo con la influencia
del entorno. Y me voy a referir sólo al mundo de la locución o al de los
profesionales que hablan ante un público porque es el campo que conozco, aunque
podría ampliarlo a otras profesiones artísticas: cantantes, actores, etc.
A quién no le gusta que tras terminar un trabajo le regalen un “¡Qué bien
lo haces!” un “¡Qué bueno eres!” o un “¡Te ha salido genial!”…
Querido/a amigo/a, aterriza. Si todos esos “bienes, buenos o geniales”
fuesen ciertos, te saldrían los trabajos y el dinero por las orejas y me temo
que no es tu caso… ni el mío.
Tanta adulación es comparable a los comentarios que leemos en las redes
sociales cuando un amigo/a reconocidamente feo/a cuelga una foto de su último
viaje en el que aparece con su pareja igualmente poco agraciada. Debajo de la
foto se suceden un montón de ¡¡Guapossss!! ¡¡Qué bien estáis!! Guapíiiiisiiimoss!!
¡Da gusto veros! ¡Qué dos bellezas! ¡Parecéis modelos de revista!... La
pregunta es: ¿Alguien de verdad escribe lo que siente?
O cuando una amiga cambia la foto de su perfil por una en la
que, a todas luces, sale de un horroroso que da repelús verla y los comentarios
son del tipo: ¡Qué guapa estás! ¡Esta foto me gusta más que la anterior! ¡Cómo
has mejorado! ¡Estás monísima!... si supieras lo que piensa la mayoría cuando
escribes esas cosas…
(Pincha sobre la foto para ampliarla y leer los comentarios)
Ahora que ha pasado el tiempo, y esperando que ninguno se dé por aludido,
puedo decir abiertamente que, casi todos,… cantaban como avutardas en celo.
Mientras grabábamos una toma, los acompañantes no paraban de repetir “¡Qué
buena voz tiene!, ¡qué bien canta!, ¡qué bien se mueve!, ¡Qué guapo/a es!”…
Después de grabar una toma “penosa” y soportar los “¡bravo!, ¡qué bien! o
¡inmejorable!” de su gente, intentábamos de todas las formas y maneras, a veces
con delicadeza y otras directamente, que se dieran cuenta de las numerosas
ocasiones en que habían desafinado… Imposible: el 99 % no detectaba ningún
desafine respaldados por sus incondicionales padres, parejas o hermanos que
además creían que les intentábamos engañar. En alguna ocasión nos llegaron a
amenazar por si traficábamos con la grabación… ¿? Cómo me recuerda a aquella
época este video:
Mucha gente cuelga cosas en las redes sociales esperando al comentario adulador, el piropo, el halago. Parece como si necesitáramos alimento para engordar nuestro ego.
Y no me parece mal siempre y cuando el impacto que te produzca no pase de ahí. Si después de publicar una grabación tuya o de ponérsela a tu novia/o, o a tus padres, sólo recibes halagos…
…déjalo pasar, cuenta hasta diez, piensa en otra cosa o si no, escucha la grabación y busca los errores que seguro que los habrá. Pero por encima de todo, NO TE LO CREAS.
La crítica más acertada que te pueden hacer sobre un trabajo tuyo no la vas a encontrar en ninguna red social. El consejo experto sobre cómo mejorar, o el análisis real de cómo lo haces ante el micro no va a venir de tu novia/o, o de tus padres o de tus amigos. Primero porque en la mayoría de los casos no tienen criterio suficiente para juzgarte (no es su obligación) y segundo porque les es imposible ser ecuánimes. ¡Ojo! Hay contadas excepciones y en ese caso son las mejores opiniones que te pueden llegar.
¿Qué podemos hacer?
Lo ideal sería tener total confianza con un compañero/a de profesión a quien poder hablar con franqueza y honestidad exigiéndole que el/la lo haga contigo. Una persona con la que no exista rivalidad, sólo (y es muchísimo) apoyo y colaboración mutua. Una persona que conociendo tu profesión te diga cuándo lo haces bien o mal, en qué has fallado o en qué has estado brillante. Así tendrías la visión profesional de tu trabajo y saldríais beneficiados los dos. Creceréis juntos.
Si además encuentras cerca de ti a alguien que pueda darte la opinión justa desde el lado del oyente/espectador, sería el complemento ideal. Una persona de tu entorno más cercano (familiar o amiga) pero que conozcas lo suficiente como para saber que no te va a adular y que será capaz de valorar si lo que haces está bien o mal y que tendrá el valor de decírtelo.
Es muy importante saber de quien proceden las opiniones para tenerlas en cuenta o no.
Pero por encima de todas, está la tuya propia. La mejor ayuda a tu trabajo es la autocrítica bien entendida. Tú debes de ser la primera persona que valore tu trabajo. No puedes dar por terminado una grabación mientras no te convenza primero a ti. Tienes que escucharte como si fueses otra persona, analizando la entonación, el ritmo, la velocidad, las pausas, el montaje si lo hay, etc. Y si tienes dudas, recurre sólo a alguien en quien confíes y sepas que te va a decir la verdad.
Desgraciadamente (para ellos/as) en esta profesión hay muchas personas creen hacerlo bien cuando la realidad es bien distinta. En la mayoría de los casos, la culpa es del entorno.
miércoles, 2 de septiembre de 2015
Converter Wonderful Voices Premium
Me gusta mi profesión. Soy locutor y he mencionado en muchas
ocasiones que la profesión de locutor es vocacional. Al menos yo no la entiendo
de otra forma. Pero por el tipo de trabajo que desempeño en la actualidad, el
de locutor online, echo de menos aspectos que tengo que cubrir cuando me queda
tiempo libre. Por eso en cuanto puedo le doy rienda suelta a la creatividad y
me lanzo sin red a ver qué sale. Y a veces… surgen cosas que me gustan y suelo
compartir y a veces… otras que son auténticos bodrios que, como tengo un cierto
pudor, destruyo sin miramientos. Este verano “he profundizado” en el
maravilloso mundo de la teletienda y he trabajado sobre un milagroso producto
para arreglar la voz de la gente que está insatisfecha con la suya. El
Converter Wonderful Voices Premium. Y la verdad es que me he divertido.
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